La palabra y el cuerpo. La instilación de lalangue en el cuerpo.
IV Congreso Internacional de Convergencia.
“El largo viaje de la palabra se desliza dentro de la cabeza pero viene de más lejos, se produce a lo lejos y al mismo tiempo en todas partes. El largo viaje de la palabra se despliega en el cuerpo, pasa de un cuerpo a otro cuerpo, nace, muere dentro de nuestro cuerpo, pero no muere verdaderamente jamás, nos acompaña, se nos sedimenta, nos concierne, y luego continúa su viaje” (Mathias de Breyne).
El impacto de la palabra, creando el cuerpo, siempre me interrogó. ¿Cómo se organiza el lazo entre el Otro del lenguaje y el niño? ¿Por qué vías, de qué modo la palabra se encarna en el cuerpo? ¿Por qué lo simbólico modifica el soma? ¿Cómo es que lalengua modela, arma el cuerpo?
Freud descubrió el impacto del significante en el organismo a partir de las parálisis corporales que sus histéricas producían. Sostuvo que, lo que para el resto de los animales está comandado por el instinto, para el humano se rige por la pulsión. No alcanza con que el organismo esté intacto para que la percepción se organice.
La estimulación es necesaria para que un cuerpo biológico se haga cuerpo humano y cuando hablo de estimulación no me refiero a la ejercitación motora sino a esta articulación de amor, deseo y goce que un Otro primordial inscribe en el cuerpo prematuro de un bebé.
Agrego que, cuando algo falla en el organismo, tampoco es suficiente con que un Otro primordial anticipe un sujeto para que este se constituya.
¿Qué quiero decir con esto?
Tomo el ejemplo de los sordos de nacimiento y pregunto: cuando el sonido no ingresa ¿el significante opera del mismo modo?
La respuesta inmediata sería que sí, ya que los sordos evidencian de su predisposición al lenguaje, comprenden que hay algo significante, aún cuando no escuchen. Pero me parece que no es tan sencillo. De hecho están en el lenguaje pero, dado que para ellos el significante no suena, es un largo y trabajoso camino el que hay que hacer para construir lo que no se incorpora por la vía del sonido. Porque el significante tiene materialidad en la consistencia de la onda sonora que lo transporta, está encarnado en lalengua, un sonido, en tanto significante, es diferente de otro.
El sonido articulado al sentido permite la comprensión. Cuando se separa, lo que queda es lo sonoro, el goce de la voz separada de la palabra, inclusive del ritmo de la música. Cuando es un ruido que no dice nada, cuando no tiene el sentido del lenguaje, la voz transporta la presencia del Otro, es el deseo del Otro el que instaura la pulsión invocante. Porque si la voz tiene importancia, es porque resuena en el vacío del Otro, necesario para que lo invocante se constituya.
La pulsión es efecto de la palabra, es el eco en el cuerpo de que hay un decir, pero, además, para que el decir resuene es preciso que ahí el cuerpo sea sensible, y resulta que los oídos serán el único orificio en el campo del inconsciente que no podrá cerrarse, a partir de que responden en el cuerpo a la voz. La pulsión invocante tendrá entonces el privilegio, a diferencia de las otras pulsiones, de que no va a poder cerrarse. Pareciera no haber dique frente a lo invocante. Algo concluye en el encuentro del cuerpo con la palabra, y la manera en que se ha instilado lalengua determina un lugar para el sujeto
Sabemos que la voz no es equivalente al sonido, pero insisto: ¿Cómo se arma la consistencia del cuerpo cuando lalengua no se escucha?
Porque el inconsciente está estructurado como un lenguaje pero depende estrechamente de lalengua. Es justamente, en la onomatopeya de lalengua, en donde precipita, el manejo de un grupo de su experiencia inconsciente. En la materialidad de la palabra reside la captura del inconsciente y esto es lo que hace que cada uno encuentre su modo particular de sostener el síntoma que responde al equívoco de lalengua.
Será en la medida en que lalengua se vacíe de sentido que precipitará la letra. No hay letra sin lalengua y esto debe operar en la dificultad para enseñar a escribir a los niños sordos.
Me parece que el cuerpo se organiza de modo diferente cuando el sonido no impacta, que el enlace de goce y cuerpo es diferente cuando el sonido no ingresa. Cuando hablo del sonido no me refiero solamente a la onda sonora, porque sabemos que, cuando aquel que ocupa el lugar de Otro primordial para un niño, habla, pero no le habla a él, esto produce estragos y el cuerpo no se arma.
Me refiero al goce que lalengua instila en el cuerpo y que no tiene consistencia sin el sonido que la transporta. Porque la manera en que los padres introducen un modo de hablar a un niño, la modalidad particular de enlace entre amor, deseo y goce, armará un cuerpo particular para ese niño, que llevará la marca del modo en que ha sido aceptado. El cuerpo tendrá la impronta del lugar que a ese sujeto se le ha anticipado en el mundo.
De lo que se trata es del sonido soportado por el deseo del Otro, el sonido con el goce que transporta. El sonido de lalengua, causado por el deseo, transmisor de goce y soportado en el amor.
Amor, deseo y goce son tres consistencias diferentes y necesarias para que el cuerpo se arme. Esto quiere decir, tenga forma, se ponga en movimiento y goce de la vida. Lo entiendo en ese tiempo, aclarando que se trata de tiempos lógicos, y con esa relación: el amor da forma, el deseo pone en movimiento y el goce introduce lo vivo en el cuerpo.
La incorporación de lalengua en el soma armará un cuerpo que ya no será el de la biología. Lengua y soma quedarán ligados de tal modo que producirán una creación indisoluble, una nueva composición. Producimos seres que son hablados y, si pueden apropiarse de la palabra, hablan.
Por el hecho de hablar, estamos habitados por la partición cartesiana que nos hace suponer que somos dobles, que tenemos un cuerpo, que nuestro psiquismo inmaterial, gobierna un cuerpo material. Cuando nos pensamos, creemos tener una psique adosada a un cuerpo.
Adoramos el cuerpo que creemos tener y que es nuestra única consistencia. Esta consistencia es necesaria para no enloquecer. De esto sabemos los neuróticos porque a todos en algún momento se nos quiebra, se nos fragmenta. Esta consistencia se rompe de manera brutal en ese momento en que sentimos que nos reducimos a nuestro cuerpo, es un saber que genera una angustia insoportable. Por suerte son instantes y luego nos rearmamos para seguir viviendo.
Cuando Freud inventa el concepto de pulsión, que articula lo psíquico y lo somático, está poniendo en cuestión al dualismo cartesiano. De todos modos, la división alma-cuerpo, aunque articulada, sigue existiendo.
Esta partición (alma-cuerpo, cuerpo-mente, cuerpo-realidad psíquica, res extensa, res pensante), es cuestionada rotundamente por Lacan en sus últimas teorizaciones donde la pulsión ya no es solamente lo que enlaza lo psíquico a lo somático, sino el eco en el cuerpo de un decir.
Esta separación es parte de nuestro discurso occidental. Leo un párrafo tomado al azar de la literatura: “Así como cuando lloramos hacemos de nuestro dolor, que no es físico, algo físico, y lo convertimos en pasado cuando dejamos de llorar, del mismo modo nuestras cicatrices nos tienen continuamente al tanto de lo que hemos sufrido. Pero no como recuerdo sino como signo”. Juan Saer
¿Cómo se sostiene esta creencia? ¿La tristeza, el dolor no son físicos pero las lágrimas sí? ¿El dolor no ocupa lugar material, por eso no es físico y sí las lágrimas porque tienen extensión? ¿El recuerdo no deja marca y sí la cicatriz al ser visible?
Entonces nos dividimos y el psicoanalista se ocupa de escuchar lo que el paciente tiene para decir respecto de su dolor, y el psiquiatra de medicarlo para evitar las lágrimas.
Así podemos seguir: ¿Los pensamientos no son parte del cuerpo porque no tienen materialidad? ¿Los sueños no son corporales? Sin cerebro no podemos seguir soñando, aunque para soñar no alcance con tener el cerebro intacto.
“¿Qué hay de inhumano en considerar al hombre con su médula y su cáscara, sin trazar distinciones entre el adentro y el afuera, lo mismo que hacemos con las rosas?[1] , se pregunta Mishima. Es que la neurosis necesita sostener la dualidad entre el cuerpo y el alma, porque resulta insoportable considerarnos tan efímeros como las rosas, angustia el saber que somos finitos, ¡cuánto más amable es creer en el alma que nos eterniza, en el espíritu que nos hace inmortales!
[1]Luego sigue: ¡Ah, si pudiera mostrar el revés del espíritu y la carne, darlos vuelta delicadamente como hacen los pétalos de la rosa, exponerlos al sol y a la brisa primaveral!”
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