Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, La Plata, 2019
Hace tiempo y cuando estudiaba Ciencias Antropológicas encontré los textos de Lévi Strauss. Ellos me cautivaron. Unos años más tarde comencé la carrera de Psicología y la lectura de Lacan me produjo similar interés ya que escuchaba la resonancia de la teoría que tanto me había causado.
Es por esto que hoy, atenta a las denominadas “nuevas configuraciones familiares” o “nuevas parentalidades”, vuelvo a las lecturas del antropólogo para interrogarme respecto de lo nuevo y lo invariante en la familia.
El modelo de familia conyugal (nuclear) monogámica conformada por una mujer biológica como madre, un varón biológico como padre y sus hijos, -si son biológicos tanto mejor- es un modelo de la cultura occidental de los últimos siglos.
Las sociedades no siempre dependieron de esta organización. Las familias, inclusive dentro de occidente, siempre fueron heterogéneas. A lo largo de la historia han existido diferentes modelos de familias como: las familias extensas, los matrimonios sin hijos, las familias de los hijos que quedan al cuidado de otros parientes porque sus padres migran, las familias homoparentales y las monoparentales. Lo universal es la diversidad.
Entonces, ¿qué es lo nuevo, las estructuraciones familiares o las legalidades?
En los últimos años se crearon nuevas normas jurídicas[1] que legitimaron el matrimonio y también el derecho a ejercer la función parental a familias homoparentales.
Además, se desarrollaron otras formas de gestar y de concebir. Los avances de la ciencia facilitan, cada vez más, medios para tener hijos biológicos a quienes son estériles o no tienen pareja. Ello es posible a partir de la fecundación asistida: inseminación artificial, ovodonación, congelamiento de embriones, alquiler de vientre. También surgieron leyes para legitimar la filiación. De este modo la reproducción deja de depender exclusivamente del acto sexual.
Esto ha llevado al reconocimiento social de situaciones que tal vez existían de modo disimulado y a su vez a la existencia de nuevas realidades con distintos modos de presentaciones familiares y formas de vincularse.
Surgen interrogantes respecto de los efectos de estas conformaciones en la estructuración psíquica de los hijos y preocupaciones respecto de la influencia en su sexualidad.
Las posiciones heterocentristas advierten que las familias homoparentales o monoparentales no cuentan con el referente de la diferencia entre los sexos necesario para la estructuración subjetiva y se preguntan cómo se jugarán las identificaciones de los niños al carecer de padres de “distinto sexo”. Respecto de las familias monoparentales, aquellos que recurren a métodos de fertilización asistida o deciden adoptar, en ocasiones se cuestiona que una sola persona pueda cumplir con las funciones materna y paterna.
Estas posiciones generalmente pronostican consecuencias sociales apocalípticas. Esto acontece porque naturalizan la familia heterosexual, confunden la filiación con el engendramiento, suponen que la función materna corresponde a la mujer biológica y la paterna al hombre biológico, asimilando la función a la persona; desconocen que hombres y mujeres tienen aspectos femeninos y masculinos. Por otra parte, tampoco distinguen sexo biológico, género y sexuación.
La consanguinidad no asegura la filiación ni el ejercicio de la paternidad y la maternidad. Es a partir del reconocimiento, de la adopción simbólica, que un bebé –hijo biológico o por adopción- se inscribe en una línea de parentesco.
Por otra parte, adoptar un hijo o concebirlo sin haber tenido relaciones sexuales o sin contar con una pareja que acompañe en el proyecto, no implica necesariamente que la terceridad no esté operando en quien tome esa decisión.
La existencia en la realidad de dos padres no garantiza la alteridad, ni tampoco el que sean de dos sexos biológicos implica la diferencia, ya que la relación al Otro sexo no se refiere al encuentro con un cuerpo biológico distinto, a la diferencia XX/XY; diferencia biológica que hasta la actualidad es una invariante.
Confundir el falo con el pene lleva a suponer que lo fundamental de la castración radica en su anclaje anatómico, cuando se trata de la transmisión de la falta, de poder pasar que lo simbólico no puede dar cuenta plenamente de lo real. Lo que permitirá que quien ha sido marcado por la castración tendrá el recurso para renunciar a la completud y pasar de la lógica de la impotencia a la de la imposibilidad.
Nuestro tiempo no es el de Freud ni el de Lacan. Entiendo que el debate que abrió la posmodernidad sobre la construcción de la diferencia de los sexos se ubica en el centro de estos cuestionamientos.
El movimiento lacaniano no puede ser ajeno a las nuevas presencias de la sexualidad. Le corresponde estar a la altura de la época sin extraviarse en sus semblantes y sin olvidar que en cada caso el síntoma o el padecimiento es singular. Este es el rasgo fundamental del psicoanálisis, la lectura de la singularidad. También es preciso resaltar que, desde su origen, el psicoanálisis no fue heteronormativo, para esto bastaría con leer atentamente “Tres ensayos de una teoría sexual” (1905) o la teoría de la bisexualidad sostenida por Freud.
La teorización que hizo Lacan permitió distinguir la sexuación del sexo biológico y el género. La sexuación en psicoanálisis se diferencia de otros discursos porque pone en juego el inconsciente. En las fórmulas que propone ubica la lógica de los que se sitúan como hombre y mujer por su posición ante el falo y la ubicación respecto del goce. Hombre y mujer son significantes diferentes, no opuestos, por lo tanto, no hay posibilidad de hacer unidad entre los sexos, no hay relación sexual. La ilusión de armonía, de encontrar la media naranja, es propia de la neurosis pero la relación con el otro en los hablantes seres, está marcada por el desencuentro.
La sexuación alude a la subjetivación del sexo más allá de lo que se viene signado desde el campo de Otro. La limitación que nos clasifica como hombre o mujer en el registro civil, es decir el género que nos fue asignado, no impide que se pueda elegir.
Esto distingue la posición como hombre o mujer del género que es una designación social y del sexo biológico (XX/XY).
Lévi Strauss en las conferencias que dio en Japón en el año 1986 nos dice que los conflictos planteados sobre la disociación entre procreación biológica y paternidad social o sobre las consecuencias que puede tener sobre un niño que sus padres legales sean del mismo sexo, no existen en muchas sociedades estudiadas por los antropólogos. Algunas sociedades africanas, por ejemplo, se han planteado estos problemas y ofrecen soluciones al respecto; ciertamente ignoran las técnicas de fecundación in vitro, extracción de óvulo o embrión, transferencia, implantación y congelación, pero han imaginado y puesto en práctica fórmulas equivalentes, al menos desde un punto de vista jurídico y psicológico.
Los Nuer de Sudán, le dan estatus de hombre, de “tío paterno” a las mujeres estériles, entonces reciben la dote que representa “el precio de la novia” (pagado por el marido de sus sobrinas) y lo utilizan para comprar a una mujer que será fecundada gracias a los servicios remunerados de un hombre.
En otros grupos el padre legal del niño será el primer hombre que mantenga relaciones sexuales post parto con la madre biológica; así, una pareja estéril puede acordar un pago con una mujer fecunda para que el hombre mantenga relaciones post parto y se convierta en el padre legal de ese niño.
En la población Yoruba de Nigeria, las parejas de mujeres practican la procreación asistida para concebir niños que tendrán a una mujer por padre legal y a otra mujer por madre biológica.
También entre los Nuer sudaneses, cuando un hombre muere sin descendencia, un pariente próximo toma su lugar como padre biológico para engendrar en nombre del difunto.
En estos ejemplos el estatus familiar y social se determina en función del vínculo legal, pero no por eso el niño desconoce a sus progenitores. Lévi- Strauss afirma que contrariamente a lo que se teme no suscita conflictos en el niño que su procreador biológico y su padre social sean distintas personas.
La antropología no propone que nuestra sociedad adopte estas prácticas diferentes, sino que revela que lo que consideramos “natural” se reduce a las limitaciones y hábitos mentales de nuestra cultura y que algunos usos que puedan parecernos sorprendentes e incluso escandalosos para otras sociedades pueden ser simples y obvios.
Es decir que estamos tomados por lo que llamamos debilidad mental.
“A los juristas y a los moralistas más impacientes, los antropólogos ofrecen consejos de tolerancia y prudencia. Afirman que incluso las prácticas y las aspiraciones que chocan más con las opiniones –procreación asistida al servicio de las mujeres vírgenes, célibes, viudas o al servicio de parejas homosexuales– tienen su equivalente en otras sociedades que no se preocupan por estas prácticas. Ellos desean entonces que se ‘deje acontecer’, y que se remita a la lógica interna de cada sociedad para crear en su seno, o para eliminar, las estructuras familiares y sociales que resultarán viables y aquellas que engendrarán contradicciones tales que solamente ellas serán capaces de demostrar qué formatos son insustentables” [2]
Lacan dice en uno de sus primeros textos, “La Familia[3]” (1938), que tanto la represión sexual como el sexo psíquico se encuentran sometidos a la regulación y los accidentes del drama familiar. El complejo de Edipo opera dentro de la familia y tiene como finalidad: reprimir la sexualidad y sublimar la realidad. Esta función de represión, así como también la transmisión del Ideal del yo que posibilita la sublimación, está a cargo del padre. En ese texto le da un estatuto estructural al mito edípico freudiano y no lo ubica como universal sino como el mito particular de la cultura occidental, paternalista. Al tiempo que sostiene (siguiendo el planteo de Durkheim) que en nuestra cultura ha habido una declinación de la imago paterna.
Pienso que la caída del patriarcado no implica necesariamente que haya declinado la función paterna, ya que esta puede ser ejercida por otros agentes.
La función paterna, de corte y separación, es normalizadora en tanto regula el goce e introduce la ley. Cuando esta se transmite, se renuncia al goce incestuoso y se asume la castración soportando lo imposible, el no-todo. Condición necesaria del anudamiento neurótico.
No es lo mismo la declinación del padre imaginario, que el desfallecimiento de la función simbólica o la ausencia del varón que la de la función paterna. Cuando se confunden los registros o versiones del padre se puede suponer que la inexistencia en la realidad de un varón en la casa puede complicar las cosas.
La idea de que el varón como padre debe ejercer la autoridad ha ido perdiendo fuerza en la historia de occidente. Alguna vez tuvo hasta el derecho de decidir sobre la vida del hijo, luego aparecieron los derechos del hijo y más adelante los de la madre respecto del hijo.
La noción de lo que debe ser un padre varía según la época y la cultura y los cambios en la realidad van produciendo diferentes efectos imaginarios respecto del padre. Así como también coexisten diversos modos de ser padre dentro de una sociedad y en el mismo momento histórico.
En los últimos treinta años, en nuestra sociedad, se modificaron los atributos tradicionales que correspondían a los varones y a las mujeres, hubo un cambio en las relaciones de género, pero esto no implica que la función paterna esté en decadencia, en todo caso cambiará quién sostenga esta función. En cada configuración familiar, en las diferentes versiones de padre y madre que se juegan, podremos preguntarnos cómo operaron estas funciones. Sabiendo que éstas deben estar encarnadas, ya que lo esencial es que el deseo no sea anónimo. Condición necesaria para la subjetivación de la estructura del lenguaje.
Me interesa separar el campo de la descripción fenoménica de lo estructural. Distinguir lo invariante dentro de las múltiples presentaciones.
Freud, contando con el soporte de la antropología clásica en ocasiones no distinguió la consanguinidad de la filiación. Lèvi Strauss, creador de la antropología estructural, propuso una nueva lógica para pensar las organizaciones humanas proponiendo que la familia no se funda por la consanguinidad sino por la alianza. Planteó también que la invariante biológica de la diferencia entre los sexos no determinaba las estructuras de parentesco. Su análisis apunta a que no se considere a la familia nuclear (padre, madre, hijo) como la unidad elemental de parentesco. Para él es necesario un cuarto término que supone la reciprocidad y el intercambio.
La revolución que produjo su texto: “Las estructuras elementales del parentesco” fue señalar que los sistemas clasificatorios de términos de parentesco son arbitrarios así como las lenguas cuando nombran a sus referentes. Que el orden simbólico tiene preeminencia sobre el orden natural, que los lazos biológicos no son el modelo sobre el cual son concebidas las relaciones de parentesco, que la filiación siempre se distinguió del engendramiento.
La invariante que propone Lèvi Strauss para la existencia de la cultura es la prohibición del incesto. En todas las sociedades hay al menos una relación prohibida, al menos uno con el que no se puede, lo cual permite la alianza y la sociedad. Esta prohibición es sobre todo una regla que obliga a entregar a alguien a otra persona. Es una regla de donación, un sistema de reciprocidad que funda y garantiza el intercambio, la salida hacia la exogamia. Lo idéntico es lo consanguíneo, la alianza supone la posilibidad del encuentro con lo diferente.
La unidad elemental de la sociedad no es la familia sino el átomo de parentesco, una estructura mínima que tiene cuatro elementos: madre, padre, hijo y tío materno o avuncular; y tres tipos de relaciones excluyentes: la de consanguinidad entre los hermanos, la alianza entre los esposos y la filiación con los hijos.
El tío materno es el representante del grupo que ha donado un miembro a otro y recibe algo a cambio. Ese cuarto elemento, ese que sostiene el lugar del que ha soportado la pérdida, es la condición de estructura porque resigna la posibilidad de goce con lo idéntico; es la función que permite el intercambio, la circulación, la reciprocidad.
Cada sociedad le da su propio contenido a esta estructura elemental. Lévi Strauss advierte que sería un error el suponer que estos personajes deben existir en la realidad para asegurar su funcionamiento. Lo esencial es poder ubicar la lógica que sostiene el movimiento de esta estructura y no permanecer en el plano imaginario.
La clave de la prohibición del incesto radica en la lectura de este cuarto término que en su acto de don determina y distingue el resto de los lugares y de las funciones. Permite que opere la castración propiciando la salida exogámica y la circulación fálica.
Carina Basualdo[4] propone la influencia de Lévi Strauss en la estructura cuaternaria del Edipo de Lacan. Así como en la función del nombre del padre como cuarto que anuda.
El cuarto término de la estructura parental hace posible la donación, entendida como la cesión del hijo a la cultura dando cuenta de que ha operado la prohibición del incesto, transmite la castración posibilitando la salida exogámica y permitiendo que se soporte el encuentro con lo diferente. El nombre del padre como cuarto nudo distingue los registros y nomina. Cuando funciona la nominación el infans se inscribe en una red simbólica, filiación que otorga un lugar a ese niño en la estructura del parentesco.
La propuesta Levistraussiana del parentesco estructurado como el lenguaje puedo leerla en Lacan, en 1976, cuando plantea que lalengua es la otra escena que se monta en la del lenguaje, en esa estructura elemental que se resume en la del parentesco.[5]
Pensarlo de este modo permite despegarnos de la versión imaginaria del Edipo, no reducirlo a la novela representada por los padres y el niño, sino entenderlo como la estructura que sostiene la prohibición del goce incestuoso instaurando el acceso a la subjetividad y permitiendo la inserción en la cultura.
Saji deseaba tener un hijo. Una de sus mejores amigas compartía su anhelo, estaba sin pareja y arribando a los cuarenta. Decidieron entonces que ella se embarace por inseminación artificial siendo él el donante e inscribirlo legalmente como hijo de ambos. También acordaron que cada uno viva en su propia casa, solos o con la pareja que armen –él es homosexual y ella heterosexual- pero siempre cerca para poder compartir la crianza.
¿Qué podríamos decir desde el psicoanálisis de la historia de esta alianza, de este niño por venir? Nada, porque no hay cálculo previsible. Advertir sobre efectos y buscar causas es algo que compete al discurso religioso, no al psicoanálisis. Desde el psiconálisis sostenemos que no podemos hacer pronósticos, como tampoco lo haríamos de una pareja de bellos jóvenes heterosexuales enamorados. No hay garantías.
Lo invariante en la estructura del parentesco más allá de las diversas presentaciones familiares y de la diferencia biológica entre los padres, es el lazo regulado por la prohibición. La prohibición del incesto opera cuando quien ocupa el lugar de Otro primordial para un niño puede ubicarse como deseante y no hace unidad con él. Cuando ubica la alteridad y lo cede a la cultura. Dicha prohibición establece límites y la castración funcionando en la estructura del lenguaje permite a su vez que opere la función fálica. Función que resta al niño del lugar de objeto de goce de los padres y propicia la posibilidad de su despliegue deseante.
Esta prohibición no se enuncia, sino que es inconsciente y se sostiene en la enunciación. Por lo tanto es en el discurso, en la enunciación, que escuchamos esta legalidad funcionando. Si hay interdicción del incesto, la castración y la diferencia operan produciendo subjetividades sexuadas diversas.
Los efectos del legado en el niño son incalculables. Será a posteriori que podremos enterarnos qué lectura hizo ese sujeto con dicha transmisión, cuando la hubo.
[1] Matrimonio igualitario 2010, Identidad de género 2012, Fertilización asistida 2013 [2] Cf. Claude Levi-Strauss. “La Antropología frente a los problemas del mundo moderno”. Ed El Zorzal 2012 [3] Jacques Lacan. “Los complejos familiares en la formación del individuo. Ensayo de análisis de una función en psicología”. 1938 [4] Carina Basualdo. “Lacan (Freud) Lévi-Strauss Crónica de un encuentro fallido” Ed. Eppele. [5]Jacques Lacan. L´Insu. “Lalangue quelle qu’elle soit est une obscénité. Ce que Freud désigne de, pardonnez-moi ici l’équivoque, l’obrescène, c’est aussi bien ce qu’il appelle l’autre scène, celle que le langage occupe de ce qu’on appelle sa structure, structure élémentaire qui se résume à celle de la parenté”.
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