Jornadas EFBA 2014
Cuando pensaba qué escribir para la invitación de hoy una y otra vez recordaba una situación del inicio de mi escolaridad que en otro momento aparecía con pesar y ahora me resulta una anécdota graciosa.
En primer grado, cuando todavía no había cumplido los seis años y estaba aprendiendo a escribir, sufrí la más grande de las injusticias que recuerdo. La maestra nos leyó un cuento y nos dio como tarea que escribamos lo que recordábamos. Nos dejó solos en el aula y dejó el libro sobre su escritorio. Todos entregamos nuestro trabajo. Al día siguiente devolvió mi hoja de cuaderno con una X en lapicera verde que tachaba la redacción y un “visto 0”.
“Te copiaste Weskamp - dijo triunfante cual Sherlock Holmes con su descubrimiento- sacaste el cuento y lo copiaste, está casi igual”….
No quiso escuchar cuando le dije que había escrito lo que me acordaba…
Cuando volví a casa intenté borrar la marca que arruinaba mi cuento, pero la bronca y la impotencia fue mayor al ver que se había borrado mi redacción en lápiz negro y la X con el “visto 0” estaba intacta.
Era la firma de esa maestra, que se ubicaba como amo de la situación.
Podría haber estudiado abogacía pero me interesó el psicoanálisis y entiendo hoy, que darle lugar a la palabra, al decir del niño, ha sostenido un largo trayecto de mi práctica como analista.
Este recuerdo sobre el fracaso de la enseñanza aparece en comparación con las jornadas de mi escuela (en un año especial, el de su aniversario de 40 años) en la que inicié mi formación en el año 1987 y que es para mí un lugar donde sigo aprendiendo a escuchar, a leer y a escribir.
Todos conocemos los pilares de la formación del analista: sus recorridos de análisis, la formación teórica, el análisis de control (que sitúa puntos de detención que reenvían al análisis) y, agrego con énfasis: la práctica de escuela, el necesario lazo con otros analistas.
Práctica de escuela que no es equivalente a participar en una institución. Cuando Lacan se refiere a la situación del psicoanálisis en 1956, dice que si Freud hubiera tenido en cuenta los efectos que produce la identificación al líder, se habría interrogado sobre las vías que la transmisión[1] de su doctrina exige. Es necesaria la institución para asegurarla pero con sólo organizar una comunidad no se garantiza su transmisión[2]
Evidentemente no es el nombre lo que define, sino el modo de funcionamiento que dará forma hacia una escuela de psicoanálisis o hacia una institución. Las instituciones arman grupos, Lacan propone para la escuela el cartel, las instituciones tienen jerarquías, la escuela los grados, los jurados y el dispositivo del pase.
Las instituciones pueden ser cómodas, estables y confortables, el trabajo de Escuela no lo es, no es un trabajo en común, no se avanza en conjunto sino con el otro en la diferencia. Por eso soportando el malestar y el desencuentro genera el deseo de leer los síntomas que en ella se promueven.
Nuestra llamada Escuela Freudiana de Buenos Aires es una institución que funciona muy bien y, además, en ocasiones, opera como escuela, produciendo efectos de transmisión.
El analista necesita de los maestros para su llamada formación teórica.
La enseñanza no produce saber mientras que el saber hace la verdad en el discurso del analista. La relación del saber con la verdad que nuestro discurso plantea puede resolverse por la vía del saber del maestro.
Un maestro transmite la enseñanza del psicoanálisis cuando provoca el saber hacer en los otros. Quién puede sostener el enigma transmite la falta en su enunciación propiciando el deseo de investigar. Quien desea enseñar coloca al saber en fracaso[3], lo que no es equivalente al fracaso del saber. No se trata del no poder que nos ubica impotentes ante la desilusión, tampoco quiere decir que no es necesario estudiar y formarse teóricamente; colocar al saber en fracaso es soportar el límite de lo simbólico y además, ubicar un saber que no tiene que ver con el conocimiento porque se trata del saber inconsciente[4].
El conocimiento se enseña, mientras que lo que se transmite es el saber hacer con ese saber agujereado por la imposibilidad. Lo transmisible del psicoanálisis por vía de la enseñanza es correlativo de la caída de ideales que fascinaron, maestros a los que se seguía sin cuestionar. Si aceptamos la deuda que la castración instaura podremos transmitir sostenidos en la imposibilidad. Por eso no se trata solo de contenidos sino de la enunciación.
Transmitir es conducir o ser el medio a través del cual se pasa algo desde un lugar a otro, es dejar pasar; también es ceder el derecho, dominio o atribución que se tiene sobre algo, es un traspaso. La transmisión necesariamente pone en juego el ceder, perder algo para cederlo a otro y en este sentido pone en juego al amor.
En “El psicoanálisis y su enseñanza” Lacan dice que lo más verdaderamente propio que el psicoanálisis nos enseña es el inconsciente [5]. La pregunta es ¿cómo se hace pasar, cómo se transmite la experiencia del inconsciente?.
En los recorridos del análisis se transforman los goces, se conmueven los ideales, se confronta con que el Otro no existe. Se va escribiendo la particular gramática que sostiene el fantasma. El saber hacer con el síntoma se produce en el análisis, no se enseña. La cuestión es cómo transmitir ese saber.
El analista es agente del discurso cuando puede escuchar más allá de su fantasma y depone su persona, siendo soporte del objeto que está en juego para el analizante, permitiendo que sea este el que de el tono y el color a la escena. El analista aparenta ser eso que causa, pero lo hace sin saberlo, no posee un saber previo que lo lleve a actuar en consecuencia, sino que siendo incauto y dejándose tomar en la transferencia podrá luego saber algo de la verdad que estaba en cuestión. El discurso del analista lo “hace actuar” con la apariencia del objeto privilegiado del paciente. Su posición no depende de una formación aprendida (formación necesaria pero no suficiente), sino con este saber hacer con el síntoma, efecto de su análisis.
Lacan en 1978, en el cierre de las jornadas de transmisión, dice que intentó tener un testimonio sobre la manera en que se deviene analista y ubica la posibilidad de transmisión del psicoanálisis en el dispositivo de pase.
Concluye en que “el psicoanálisis es intransmisible porque es muy molesto que cada psicoanalista se vea forzado a reinventar el psicoanálisis (…). Agrega que el pase lo decepcionó porque en el (…) nada testimonia que el sujeto sepa curar una neurosis”
El pase es el testimonio de que se ha ubicado un final respecto del análisis. Que sea El final o un final ya es otra cuestión. Se espera que puedan leerse las operaciones lógicas efectuadas en el análisis, el devenir del síntoma en sinthome.
Me parece que si se supone que podría haber un título de analista otorgado a una persona entramos en el campo de lo instituido. Mientras que si se trata de una escritura del pasaje de analizante a analista la transmisión sí es posible.
No estoy segura de afirmar como lo hace Lacan en ese texto que el psicoanálisis es intransmisible porque hace falta que cada psicoanalista reinvente la manera por la que el psicoanálisis puede durar. ¿por qué esto lo haría intransmisible? Que cada uno reinvente, no puede ser de otro modo ya que el psicoanálisis no es una técnica, lo cual no implica el fin de la transmisión. En este punto la desilusión es de Lacan. Desilusión por otra parte necesaria para servirse de los maestros y escribir en nombre propio.
La invención pone en juego algo nuevo, el invento fue de Freud; el reinvento tiene que ver con recrear para no quedar cómodamente instalado y que el psicoanálisis se convierta en una técnica enseñable. Todos llegamos segundo, siempre alguien ya dijo.
Cada analista reinventa el psicoanálisis porque en cada caso se trata de algo nuevo, el truco es uno, cada vez. Al analista lo define el acto que realiza y es responsable por sus consecuencias.
El analista no descubre algo que estaba sino que reinventa un saber que hace borde a lo real con lo que se encuentra en la clínica, que siempre confronta con el límite de la teoría, invita a dar cuenta de eso que lo simbólico no cubre. El deseo del analista permite ser agente de un discurso, por lo cual siempre es a confirmar si hubo o no analista sosteniendo el acto. Cuando da razones sobre su práctica se produce en el lazo social.
La reinvención está íntimamente relacionada al acto y a la escritura.
La reinvención en la escritura es bordear la falta en lo que leemos de los que consideramos nuestros maestros, la escritura surge en ese límite que muerde lo real.
Pero para escribir es necesario haber escuchado y leído muchos otros. Es un tiempo de inscripción que pone en juego una pérdida de otra índole que al hablar. El analista da razones de su práctica cuando escribe haciendo lectura de su clínica para ser leído por otros analistas. Cuando eso ocurre puede hacerse trabajo de escuela, y hace lazo nuevamente porque lo que está escrito necesita de la lectura para que se convierta en escritura. La escritura incluye la voz, necesita de un lector. Una escritura, como el sueño, puede ser figurativa, pero está siempre como el lenguaje articulada simbólicamente[6]. Para la elaboración de un trabajo psicoanalítico es necesario que un analista tenga la remisión de su palabra, por otro analista.
En ocasiones fugaces, en el trabajo de escuela se escucha el testimonio de quienes hacen lectura del acto, haciendo transmisión del psicoanálisis. No me refiero a textos solamente clínicos, porque un analista cuando escribe sobre psicoanálisis está atravesado por su análisis y por los análisis que condujo, cuando el deseo de analista está en juego en quien escribe, aunque el texto sea “teórico” en él puede leerse su experiencia clínica.
La transmisión no se planea, ocurre o no ocurre y que eso pase o no depende de la enunciación. La verdad puede no convencer, el saber pasa en acto[7].
Entiendo que hay un tiempo para comprender, que es el de la lectura y la decisión precipita en el momento de conclusión en la escritura, que incluye el encuentro con lo real y da sentido al tiempo de comprender. Este tiempo de conclusión puede ser provisorio, pero es necesario. Como dice Lacan en la Conferencia en Ginebra, “Hasta un cierto punto siempre se concluye demasiado pronto. Pero ese demasiado pronto es la evitación de un demasiado tarde.”
La diferencia entre la redacción y la escritura es que esta última conlleva haber transitado la falta y servirse de las marcas para crear algo nuevo, pero eso nuevo, original es para cada quien, no quiere decir empezar de cero, es siempre reinvención de algo que estaba.
Cuando precipita la decisión del acto de escritura, es un momento de afirmación, un acto de inscripción, por lo tanto nominante. En ese sentido, la escritura que historiza el recorrido del análisis hace posible servirse del traumatismo para que eso mortífero del goce se transforme en un goce que nos recuerde que estamos vivos.
Lacan se pregunta al finalizar ¿cómo comunicar el virus de este sinthome bajo la forma del significante?
Ese virus del sinthome se transmite en la extensión en el trabajo de escuela que posibilita que el psicoanálisis pueda durar, ya que el porvenir del psicoanálisis no depende de su difusión (necesaria, por otra parte) sino de su transmisión posible.
[1] Jacques Lacan Escritos 1. “El psicoanálisis y su enseñanza.” [2] idem Pag 46 [3] Jacques Lacan Lituraterre [4] Jacques Lacan Lituraterre [5] Jacques Lacan Escritos 1 pag. 422 [6] Jacques Lacan Escritos 1 pag. 452 [7] Jacques Lacan, Alocución pronunciada para la Clausura de Congreso de la Escuela Freudiana de Paris, el 19 de Abril de 1970, por su director.
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