Acto e Interpretación
Jornadas EFBA 2010
El tema que hoy nos convoca en esta mesa es: Acto e interpretación enlazada con la ley.
En primer lugar voy a retomar puntos de mi trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Bahía Blanca para plantear alguna relación entre los tiempos del armado del cuerpo y la interpretación.
La interpretación es uno de los modos de intervención del analista. Podemos decir de esta operación que, en primer lugar se sostiene en la homofonía de lalengua. Además hace un corte, diluye un sentido y produce otros. Para que el corte produzca un nuevo armado debe hacerse sobre una superficie que lo soporte, lo que requiere de una ubicación del sujeto en relación a la falta.
Digo entonces que, en tanto hablamos con el cuerpo, lo que va a permitir el juego con el equívoco que produce la multiplicidad de sentidos del significante, va a ser la ubicación del goce fálico.
¿Cómo opera la interpretación?
Partimos de que el inconsciente está estructurado igual que un lenguaje. Dado que el lenguaje interviene bajo la forma de lalengua, la interpretación no es sobre el sentido sino que opera con lalengua.
La intervención analítica recae sobre el significante que resuena en las producciones del inconsciente. Juega con el equívoco, apunta al juego de palabras, a la ambigüedad de la homofonía, para diluir algún sentido.
El equívoco se produce justamente por la equivalencia sonora de las palabras y esta consonancia no es casual, hay palabras que “suenan” del mismo modo porque en lalengua se va depositando el manejo del grupo de su experiencia inconsciente.
No es azaroso, por ejemplo, que llamemos celosías a las persianas que ocultan para que no se vea que se está espiando, y que la raíz de celosía sea celoso. Lo que nos deja ver que lo que está en juego es el celar.
La interpretación obra entonces con la homofonía de lalengua. El juego de palabras produce disolución del sentido, y de este modo el goce fálico también se reduce.
Además, lalengua es onomatopéyica: cuando llamamos “croar” al sonido de las ranas, estamos especificando en su materia fónica aquello de lo cual estamos hablando.
El hecho de que muchas palabras se construyan por onomatopeyas da cuenta de que el goce se deposita en lalengua.
Todas las producciones del inconsciente, y el síntoma en particular, plantean cierta maleabilidad porque responden al equívoco de lalengua y la interpretación, jugando con el equívoco, puede disolverlas. No hacerlas desaparecer, porque cuando se disuelvan se armará otro sentido nuevo.
Una adolescente de veintipico sufre por su dificultad en los encuentros sexuales con chicos. Se compara con sus amigas y piensa que ya es momento de concretar un acto sexual, pero en la escena, con un pibe, no siente nada. Con tono enojoso y de queja se critica. Quedo incluida en la crítica porque aparece el reproche de no poder hacer cambios” al final, no pasa nada”. A los varones lo que les ocurre con ella es que no pueden, ninguno la puede mantener parada.
Somos todos impotentes.
Me ve la misma cara de superada de su vieja y esto la enoja.
Cuenta un sueño que dice “no tiene nada que ver”: Está en el tren, llueve, no ve nada, entonces, se pasa de estación y se pierde la sesión porque “no puede ver la parada”.
Le repito lo que dice “No podés verla parada”.
Una carcajada me indica que esto la concierne.
La puesta en acto del inconsciente se manifiesta en la transferencia y lo fundamental es cómo se articula el objeto a con relación a la transferencia. El analista, en los tiempos del análisis se hace soporte de los objetos pulsionales que van entonando el discurso.
Advierto que, en tanto soy mirada (objeto pulsional privilegiado), como su vieja toda parada, se pierde la sesión.
El camino me señala la indicación de diván. Esto cambia el tono y el enojo cede dando paso a la preocupación porque no siente nada.
Pero este cambio de sentido permite que el cuerpo se escuche en otra tonalidad y luego se sienta de otro modo. Gozando en la escena, con el partenaire, en el desencuentro sexual.
Hablamos con el cuerpo y el cuerpo tiene que poder soportar la interpretación. Porque la interpretación hace un corte y este no puede hacerse sobre cualquier superficie.
Para que el corte abra a nuevos sentidos y no lance al vacío el cuerpo tiene que tener consistencia para soportar la pérdida que esto implica.
Porque la interpretación puede producir un acto analítico o puede lanzar al vacío, cuando, por ejemplo en las psicosis, corta las hilachas que anudan, o también puede caer en la nada cuando no es el tiempo para que la interpretación produzca efecto.
En este momento no me estoy refiriendo solamente a los tiempos de un análisis sino, sobre todo, a los tiempos del armado del cuerpo.
Paso entonces al tiempo en el que el cuerpo se está armando y esto conlleva un modo de intervención que no necesariamente es el de la interpretación.
Todos sabemos que los niños pequeños, los que todavía no leen y escriben con fluidez, se ríen frente a lo cómico, pero el chiste no los afecta porque sencillamente no lo entienden.
Podrán jugar con la equivocidad del lenguaje cuando separan el nombre de la cosa, y de hecho, se mueren de risa si les señalamos una imagen de un superhéroe y les decimos “¡¡Qué linda princesita!!” porque suponen el nombre pegado a la cosa y en ese momento se lo despegamos como una etiqueta. Esto, que se entrama con lo cómico les da mucho placer.
Se tardará mucho tiempo para que el chiste conmueva al cuerpo en la risa.
Esto ocurre, porque es necesario ubicar el cuerpo en relación al falo para que se pueda intervenir a través de la interpretación y es preciso atravesar por los tiempos de la falta de objeto.
Sabemos que es ineludible contar con la operación de represión para que la neurosis se organice, se requiere de lo simbólico para que ley ingrese en la estructura. Además, lo real del goce que irrumpe concluyendo la infancia, debe anudarse. Recién cuando este goce enlaza con lo simbólico ubicando al goce fálico será posible el juego con el equívoco que la homofonía de lalengua produce.
Tiempos del armado del cuerpo que resuenan en transferencia. Porque la transferencia pone en acto el inconsciente que es sexualidad
En el humano, carente de instinto, lo sexual entra con el lenguaje, el cuerpo se hace cuerpo sexuado a partir del encuentro con el lenguaje. El acto sexual, se sostiene en el fantasma y cuando este organiza la relación al objeto, la sexualidad tendrá una orientación.
Durante la infancia, no hay fantasma que organice la relación al objeto por lo tanto no hay orientación sexual definida y los tiempos de la falta de objeto, aunque estén operando en la estructura están siendo transitados.
La realidad sexual, ajena al cuerpo, se va creando en la medida en que lo real del goce se hace sexual en el encuentro con lo simbólico.
Cuando los niños tienen sus primeras sensaciones que luego se ordenarán como sexuales, no pueden situar lo que les pasa. Este goce les es extraño, no le pertenece, no se entiende y necesita enlazarse para que pueda ser parte del pensamiento (tener cabida en lo imaginario). Es desde un ordenamiento fálico que el goce puede “humanizarse”.
Esta sensación inédita, que desarma al cuerpo imaginario y aún no se enlaza al cuerpo de lo simbólico indica justamente una falta fundamental que es la no relación sexual.
El goce fálico se organiza cuando lo simbólico se enlaza a lo real como resultado de este goce que se presenta (desde lo real) desarmando al cuerpo imaginario. Se produce cuando aparece este desencuentro entre lo real y lo imaginario, ubicando un goce posible a través de la palabra.
Durante toda su vida, el ser hablado, intentará que la relación entre las palabras cubra esta falta que lo estructura como neurótico, que las palabras se encuentren cubriendo el desencuentro por lo que no hay de natural en el cuerpo.
Recién se goza fálicamente cuando se da cuerpo al goce de manera significante. El significante se muestra siendo la causa del goce al tiempo que hace límite al goce.
Antes de este tiempo este juego no es posible para el niño y jugará con el lenguaje pero no con el equívoco sonoro. Entonces, como el lenguaje es algo más que la homofonía en el decir, nuestra clínica no se reduce a la interpretación.
En tiempos en que aún no hay armado fantasmático dando un marco en el que ubicarse para el desencuentro con lo diferente que implica el acto sexual, la intervenciones son de otra índole.
De hecho, en la práctica con niños pequeños, la mayor parte del tiempo, escuchamos y acompañamos la modalidad lenguajera del niño, soportando los objetos que colorean el discurso (en donde las onomatopeyas ocupan el paisaje), y pocas veces tenemos la oportunidad de jugar con el doble sentido que la homofonía produce.
Un niño de 6 años soporta con pesar su apellido. Este significa, en francés, idioma, de la familia de su padre y su colegio, algo desagradable en relación a lo corporal.
El tiene, casualmente, un defecto corporal que da letra para todo el armado fantasmático parental.
Siente que sus amigos lo burlan porque no se para bien y esto se le confirma cuando descubren en el aula este sentido, que supone, lo define.
Le propongo buscar el significado en un diccionario que azarosamente me mira desde la biblioteca. Felizmente encuentro/invento otro sentido que orienta hacia lo alegre y divertido. Esto produce tal alivio que cuando su padre viene a buscarlo le da la noticia saltando alegremente. Pasa a estar orgulloso de su apellido. En el horario de francés, se hace querer por la maestra que antes no soportaba. Viene contento y muy bien parado a contarme que ya tiene pasaporte extranjero igual que su papá y su abuelo. ¿Vos no tenés, no es cierto? Afirma.
Esta pequeña intervención disuelve un sentido en la propuesta de uno diferente. Se aporta un nuevo sentido, este no surge como efecto de la interpretación.
Intervención, in-pensada, que se sostiene en el deseo del analista, y apunta a disolver esa plenitud de sentido de su apellido, para producir en ultima instancia el sin sentido de ese invento.
Este nuevo sentido, entendiéndolo como orientación, permite armar de otro modo el cuerpo.
Por sus efectos podemos pensar que allí hubo un acto, hace un corte tal que produce un sujeto, generando una nueva forma, una nueva superficie.
El acto analítico podría definirse en esta operación que no se define por el movimiento sino por la producción.
La consecuencia es efectivamente una emergencia de sujeto, el que se ha librado del peso de esa representación por el apellido que aparecía representándolo como un estigma. En una misma operación se resuelven a la vez dos alienaciones: se quiebra un sentido, y se separara el nombre propio de la representación del sujeto, de un significante a otro, allí se pone en marcha, nuevamente, la cadena significante.
Se lee a posteriori como acto analítico porque produce una discontinuidad marcando distintos tiempos en este análisis.
A partir de ese momento seré espectadora de sus proezas: pasa de estar haciéndose echar en el horario de francés, a que le den un diploma porque lo habla todo el tiempo. Se muestra de otro modo y se hace escuchar.
¿Sabés que las hachas son instrumentos súper peligrosos? Pueden cortar cabezas y pueden cortar pitos.
No puedo creer lo cómodo que es este calzoncillo!!!, dice mientras se pavonea dando vueltas alrededor de mi silla. ¿Hay bombachas de esta marca? Te lo recomiendo. Son re cómodos, te muestro un poquito para que veas el nombre, la marca.
A partir de que se apropia del nombre con un nuevo sentido, que no avergüenza sino divierte, puede decidir qué mostrar. Su pito está cómodo en ese calzoncillo de buena marca. Porque las marcas ahora importan y juega con los nombres en lo que se vislumbra como diferencia sexual.
Pero me avisa que, cuando se está en un tiempo en que las hachas podrían cortar pitos, el cuerpo no soporta aún algunos cortes. Lo que convoca al analista a intervenir de otros modos, como en este caso, con la cobertura de una trama ficcional, para que el acto pueda producirse.
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